Contaba el abuelo que él no había visto un animal que después del tigre despertara tanto miedo como el temblador a los indios, y que había visto cosas raras con esos bichos como para llenar un libro ; decía que una vez estando monte adentro a leguas de mantecal vio a un tigre mariposo cazando a un temblador, que se encontraba en un pocito no tan profundo, contaba que el mariposo lanzaba zarpazos con sus garras tratando de sacar al animal del agua, y en lógica respuesta recibía tremendas descargas eléctricas, tan poderosas que a veces era lanzado por los aires hasta a dos metros del pozo, más aun así esto no lo intimidaba, pues a pesar de los guamazos que recibía seguía intentando hasta que lograba debilitar al temblador quien después de soberanas descargas quedaba imposibilitado para defenderse; y gua pues el tigre se lo comía!!
“estaba el barón Alexander Von Humboldt, en los llanos por calabozo en uno de esos viajes de recolección y estudio de la fauna venezolana, estando allí quiso recolectar unos ejemplares de temblador vivos para su estudio y disección, lo cual no le resulto tan fácil como en principio pensó, porque el temor que le tenían los indios a las descargas eléctricas del animal eran tan grandes y en casos tan exagerados, que en el espacio de tres días no pudieron procurar al animal, aunque fuera muy fácil pescarlos, contaban estos indios que la única manera de poder hacer esto era mascando tabaco; evidentemente esto era una fábula porque, ni aun teniendo esta supuesta certeza no se atrevían a pescarlos…la larga espera de Humboldt toco a su fin cuando los indios le comunicaron que pescarían los tembladores con caballos, lo cual consistió en obligarlos a entrar en un charco donde habían varios animales. El ruido producido por los caballos y su pataleo en el limo hacia excitar a los animales y predisponerlos al combate, las anguilas aturdidas por el ruido solo propinaban soberanas descargas por reiteradas veces y largo tiempo, en un principio pensó Humboldt que el precio sería la muerte de los caballos que estaban entre aterrados y desesperados por los corrientazos, pero al disminuir por desgaste la impetuosidad del ataque de los peces, los indios precedieron a arponearlos y cazarlos finalmente... estos animales necesitan largo reposo y una abundante alimentación para reponerse del desgaste de su fuerza galvánica”