El ordeñador
tiene todos los útiles de trabajo en la mano, la camasa, el banquito o taburete
para sentarse y el rejo, luego pasa a la cocina a tomar su café tinto recién
colao, el cual va consumiendo poco a poco por lo caliente.
En este momento
aprovecha para echar una conversadita con su mujer antes de partir a su diario
quehacer, es bueno recordar que la actividad del ordeño la hace bien en su
propiedad, si tiene algunas vaquitas o en el hato si es empleado, ahora va
rumbo al corral para sentir ese calor de la vida animal y el olor característico
de la bosta mezclado con el aliento del becerro, el olor a leche fresca y el mugido
de las vacas, el ordeñador tiene el alma poeta sabe enamorar con sus versos, o
tonadas que fueron compuestas únicamente para cada vaca que va a ordeñar.
El
ordeño es una tradición más que un trabajo, es vida y encanto, es faena y
canto, la cual no admite interrupción alguna, hay que ordeñar todos los días
del año; el alma candorosa del ordeñador genera cantos cantos bellísimos, así pegados al hijar de la vaca se le escucha decir:
Lucerito lucerito lucero del alma mía, no me vallas a olvidar mañana sera otro
dia!