La bondad del llanero

relato

 Una de las cosas por las que se caracterizan los llaneros es por su generosidad y atención hacia el desconocido,  nunca falta el ofrecimiento de por lo menos una taza de café.

Un fin de semana nos tocó a un amigo y a mi llevar provisiones para un lugar donde se efectuaría un campamento en la semana venidera.

Se trataba de un pequeño oasis en lo profundo de la llanura, un lugar que parece no verse afectado por la inclemencia del verano.

Alejado de todo pueblo o caserío.

Nos dispusimos muy temprano a emprender el camino, Faltando aun varios kilometros para llegar al destino, el vehiculo en que viajabamos se accidenta.

Nos bajamos de la camioneta y mi compañero con algunos conocimientos de mecánica se dispone descubrir la falla y tratar de encender el vehiculo.

Como era un viaje de ida y vuelta ese día no llevamos almuerzo pues de regreso nos íbamos a detener en un caserío donde vendían unas buenas Cachapas con cochino y queso de mano. 

Nos pasaron las horas sin lograr arrancar la camioneta, trabajando arduamente bajo un sol inclemente.

Ya cercana  las 5 de la tarde el tan esperado sonido de encendido se escucha, definitivamente el mejor sonido del dia. el vehiculo arrancó.

Con la satisfaccion de lograr el cometido nos sentamos a descansar bajo las sombras de un guatacaro, cuando de pronto observamos a cierta distancia en un cerrito un humilde ranchito.

Nuestra primera idea fue subir a ver si conseguiamos un poco de agua fresca para beber y proseguir el camino.

Al llegar al lugar tocamos a la puerta y nos atiende un señor entrado en edad , con la humildad y simpatia del campesino llanero.

Le explicamos lo sucedido, que llevabamos hora accidentados y si podia proveernos de un poco de agua.

Con una gran sonrisa nos invita a pasar a su morada y nos dice con toda humildad: En la cocina tengo una llena de unos frijolitos que preparé si gustan puedo servirles un plato para que cojan vida.

Sin poner ninguna objeción nos sentamos a degustar aquel plato, todo un manjar para dos personas hambrientas y sedientas. 

Comimos amenamente mientras escuchabamos entretenidos los relatos de aquel llanero ancestral.

Ya satisfechos nos dispusimos a continuar nuestra ruta, agredeciendo la generocidad de aquel noble llanero.

El dia terminó con total normalidad, llevamos los implementos al campamento y regresamos al pueblo.

Llegamos ya entrada la noche.

Hoy transcurridos mas de veinte años el sabor de aquel plato permanece grabado en el recuerdo.

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