Cuentos de entierros
En Venezuela existe una larga historia de entierros, ánimas y morocotas, que son parte de los mitos y leyendas nacionales, donde según cuentan, personas poderosas, gente que ahorró dinero, guardó alhajas familiares y objetos de valor; enterraron en casas antiguas o en parajes naturales, estos grandes tesoros, que según dicen, un buen observador sabrá reconocer, las pistas necesarias para desenterraros.
Los cuentos de entierros son un puente entre la realidad y lo imaginario, que forma parte de las expresiones culturales de Venezuela.
Encierra una parte de realidad porque ciertamente, hubo varias personas que se hicieron con verdaderos tesoros; y el factor imaginario, porque para quedarse con estos tesoros, hay que mediar con fuerzas espirituales, que muchas veces se trata del anterior dueño, o espíritus que puso para su resguardo.
Origen de los entierros
La historia nos cuenta que durante la época colonial y la era independentista, muchas personas o familias, resguardaban sus monedas de oro o plata, perlas, joyas, alhajas preciadas, en lugares que podrían ser, tanto de índole natural (como un árbol, un terreno, etc.), como en un lugar especial de la casa, (como entre las paredes de la casa, en salones donde había un altar, entre otros).
Las personas decidían resguardar así sus tesoros, ya que en muchas ocasiones, podrían correr el riesgo de robos, ya que en estos días, no existían bancos ni instituciones confiables para resguardar estas cosas, además de que corría la idea entre las personas de la época, que un lugar secreto era suficiente para esconder estas preciadas posesiones.
Durante la época de independencia se acrecentaron estos miedos, ya que durante varios períodos, se corría el riesgo de que un pueblo fuese asolado, que los militares entraran en las casas, y que las ciudades fuesen saqueadas, perdiéndose joyas familiares o tesoros enteros, lo que hacía que muchas personas incurrieran en esta práctica.
El lado misterioso de los entierros
Hay un elemento importante acerca de estos entierros, y es, la famosa botija que es donde se resguarda el tesoro; puede tratarse de una botija de oro, de plata o de joyas, en donde la creencia material del tesoro, se mezcla con la creencia mágica de los espíritus que pueden resguardar estas joyas.
En primera instancia, las botijas de oro son guardadas por su dueño, por lo general, se asegurará que en los medios físicos y espirituales, su tesoro esté resguardado de manos ajenas a las suya, por lo que podrá recurrir, tanto a ocultar muy bien la botija, como invocar espíritus para su protección.
Es allí donde reposan las creencias mágicas de estos entierros, ya que en muchas ocasiones, las personas que encontraron las botijas de oro, sufrieron desgracias, fueron perseguidas por entes malignos, o perdieron la paz y cordura en sus vidas.
Algunas creencias apuntan a que estos efectos pueden contrarrestarse, por ejemplo, si una parte del tesoro es donada a la iglesia o se reparte entre los seres queridos o descendientes del dueño original; además claro está, de realizar diversos rituales para intermediar con los espíritus que cuidan la botija d oro.
De igual forma, otras leyendas apuntan a que una persona de buen corazón, un alma pura y noble, podrá hacerse con este tesoro luego de haber dado parte de él, y de serle manifestado por los espíritus guardianes, el permiso para disfrutar de las joyas, alhajas o morocotas.
Otro elemento interesante, es que para encontrar el oro enterrado, muchas veces las personas que encuentran el tesoro, observan pequeñas luces que le indicarán el lugar donde deberá hacer la búsqueda; siendo definidas estas luces por algunos, como las ánimas que señalan el entierro, mientras que otros cuentan, que se puede tratar del alma del dueño que desea descansar en paz, una vez que el oro haya sido encontrado.
La antigua leyenda de las morocotas indígenas en el cerro el Ávila
Hoy en día, Caracas es la capital del país y una de las ciudades más importantes de Venezuela, con un estilo de vida bullicioso y la impresión de tener, pocos lugares naturales de esparcimiento, fuera del cerro el Ávila o los parques del este o el oeste; sin embargo, durante mucho tiempo, Caracas fue una ciudad rural, donde las leyendas y cuentos de entierros tenían un lugar privilegiado.
Una de estas leyendas se relaciona con morocotas y antiguas tribus indígenas, contando los antepasados, que algunos pobladores que pasaban por esta icónica montaña, se percataban de la presencia de uno o varios indios, que les ofrecían una o varias morocotas, quizás reconociendo sus buenas maneras, la limpieza de su alma y su bondad, quedando dicha persona bendecida por la bonanza económica.
No obstante, podría también suceder lo contrario, a saber, si una persona encontraba una o varias morocotas y no había nadie a su alrededor, de llevarlas consigo el desdichado, sufriría grandes tormentos y nefastas consecuencias, hasta que todo lo llevado fuese devuelto a la montaña.
Esta es una versión caraqueña, de los cuentos de entierros, que se diferencia un poco de las historias más conocidas.